Reflexión # 230. Jueves 18 de septiembre 2025

Pasos para realizar hoy:

Éxodo 2 (Texto)

Job 19

Job confía en que Dios lo justificará

1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.

Job 19

Job confía en que Dios lo justificará

1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.

Job 19

Job confía en que Dios lo justificará

1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.

1) Ver el siguiente video: Repaso del libro de Jueces
1). Lee y escucha: | Jueces 19

Jueces 19

El levita y su concubina

1En aquellos días, cuando no había rey en Israel, hubo un levita que moraba como forastero en la parte más remota del monte de Efraín, el cual había tomado para sí mujer concubina de Belén de Judá.
2Y su concubina le fue infiel, y se fue de él a casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allá durante cuatro meses.
3Y se levantó su marido y la siguió, para hablarle amorosamente y hacerla volver; y llevaba consigo un criado, y un par de asnos; y ella le hizo entrar en la casa de su padre.
4Y viéndole el padre de la joven, salió a recibirle gozoso; y le detuvo su suegro, el padre de la joven, y quedó en su casa tres días, comiendo y bebiendo y alojándose allí.
5Al cuarto día, cuando se levantaron de mañana, se levantó también el levita para irse; y el padre de la joven dijo a su yerno: Conforta tu corazón con un bocado de pan, y después os iréis.
6Y se sentaron ellos dos juntos, y comieron y bebieron. Y el padre de la joven dijo al varón: Yo te ruego que quieras pasar aquí la noche, y se alegrará tu corazón.
7Y se levantó el varón para irse, pero insistió su suegro, y volvió a pasar allí la noche.
8Al quinto día, levantándose de mañana para irse, le dijo el padre de la joven: Conforta ahora tu corazón, y aguarda hasta que decline el día. Y comieron ambos juntos.
9Luego se levantó el varón para irse, él y su concubina y su criado. Entonces su suegro, el padre de la joven, le dijo: He aquí ya el día declina para anochecer, te ruego que paséis aquí la noche; he aquí que el día se acaba, duerme aquí, para que se alegre tu corazón; y mañana os levantaréis temprano a vuestro camino y te irás a tu casa.
10Mas el hombre no quiso pasar allí la noche, sino que se levantó y se fue, y llegó hasta enfrente de Jebús, que es Jerusalén, con su par de asnos ensillados, y su concubina.
11Y estando ya junto a Jebús, el día había declinado mucho; y dijo el criado a su señor: Ven ahora, y vámonos a esta ciudad de los jebuseos, para que pasemos en ella la noche.
12Y su señor le respondió: No iremos a ninguna ciudad de extranjeros, que no sea de los hijos de Israel, sino que pasaremos hasta Gabaa. Y dijo a su criado:
13Ven, sigamos hasta uno de esos lugares, para pasar la noche en Gabaa o en Ramá.
14Pasando, pues, caminaron, y se les puso el sol junto a Gabaa que era de Benjamín.
15Y se apartaron del camino para entrar a pasar allí la noche en Gabaa; y entrando, se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los acogiese en casa para pasar la noche.
16Y he aquí un hombre viejo que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual era del monte de Efraín, y moraba como forastero en Gabaa; pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín.
17Y alzando el viejo los ojos, vio a aquel caminante en la plaza de la ciudad, y le dijo: ¿A dónde vas, y de dónde vienes?
18Y él respondió: Pasamos de Belén de Judá a la parte más remota del monte de Efraín, de donde soy; y había ido a Belén de Judá; mas ahora voy a la casa de Jehová, y no hay quien me reciba en casa.
19Nosotros tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también tenemos pan y vino para mí y para tu sierva, y para el criado que está con tu siervo; no nos hace falta nada.
20Y el hombre anciano dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda quede solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en la plaza.
21Y los trajo a su casa, y dio de comer a sus asnos; y se lavaron los pies, y comieron y bebieron.
22Pero cuando estaban gozosos, he aquí que los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y hablaron al anciano, dueño de la casa, diciendo: Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos.
23Y salió a ellos el dueño de la casa y les dijo: No, hermanos míos, os ruego que no cometáis este mal; ya que este hombre ha entrado en mi casa, no hagáis esta maldad.
24He aquí mi hija virgen, y la concubina de él; yo os las sacaré ahora; humilladlas y haced con ellas como os parezca, y no hagáis a este hombre cosa tan infame.
25Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre a su concubina, la sacó; y entraron a ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba.
26Y cuando ya amanecía, vino la mujer, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día.
27Y se levantó por la mañana su señor, y abrió las puertas de la casa, y salió para seguir su camino; y he aquí la mujer su concubina estaba tendida delante de la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral.
28El le dijo: Levántate, y vámonos; pero ella no respondió. Entonces la levantó el varón, y echándola sobre su asno, se levantó y se fue a su lugar.
29Y llegando a su casa, tomó un cuchillo, y echó mano de su concubina, y la partió por sus huesos en doce partes, y la envió por todo el territorio de Israel.
30Y todo el que veía aquello, decía: Jamás se ha hecho ni visto tal cosa, desde el tiempo en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Considerad esto, tomad consejo, y hablad.

 

2) Ver el siguiente video: Repaso del libro de Josué

Explorando el Libro de Salmos: Poesía y Espiritualidad en la Biblia

Una Colección Poética

El libro de Salmos se destaca como la mayor colección de poesía en la Biblia. Con sus rítmicas versículos, ofrece un entorno donde cada palabra resuena con la vida y las emociones humanas. Desde la celebración hasta la lamentación, los Salmos abarcan el espectro completo de la experiencia humana.

Diseño y Estructura

A lo largo de sus 150 capítulos, el libro de Salmos está cuidadosamente diseñado para ser leído de principio a fin. Su estructura poética invita a los lectores a sumergirse en sus profundidades, descubrir nuevos significados y conectar con Dios a través de cada poema. Esta forma literaria proporciona un acceso único a la narrativa bíblica, permitiendo explorar temas universales de fe y devoción.

Temas Centrales de los Salmos

En este video, exploraremos los temas principales que se encuentran en el libro de Salmos. Desde la alabanza a Dios hasta las súplicas por ayuda, los Salmos son una invitación a un templo literario. Aquí, cada lector puede reunirse con Dios y escuchar la historia bíblica completa en forma poética. Los Salmos no solo son un refugio espiritual, sino también una guía para navegar las complejidades de la vida con fe y fortaleza.

3). Lee y escucha: | Levítico 3
Levítico 3 (Texto)

Levítico 3

Ofrendas de paz

1Si su ofrenda fuere sacrificio de paz, si hubiere de ofrecerla de ganado vacuno, sea macho o hembra, sin defecto la ofrecerá delante de Jehová.
2Pondrá su mano sobre la cabeza de su ofrenda, y la degollará a la puerta del tabernáculo de reunión; y los sacerdotes hijos de Aarón rociarán su sangre sobre el altar alrededor.
3Luego ofrecerá del sacrificio de paz, como ofrenda encendida a Jehová, la grosura que cubre los intestinos, y toda la grosura que está sobre las entrañas,
4y los dos riñones y la grosura que está sobre ellos, y sobre los ijares; y con los riñones quitará la grosura de los intestinos que está sobre el hígado.
5Y los hijos de Aarón harán arder esto en el altar, sobre el holocausto que estará sobre la leña que habrá encima del fuego; es ofrenda de olor grato para Jehová.
6Mas si de ovejas fuere su ofrenda para sacrificio de paz a Jehová, sea macho o hembra, la ofrecerá sin defecto.
7Si ofreciere cordero por su ofrenda, lo ofrecerá delante de Jehová.
8Pondrá su mano sobre la cabeza de su ofrenda, y después la degollará delante del tabernáculo de reunión; y los hijos de Aarón rociarán su sangre sobre el altar alrededor.
9Y del sacrificio de paz ofrecerá por ofrenda encendida a Jehová la grosura, la cola entera, la cual quitará a raíz del espinazo, la grosura que cubre todos los intestinos, y toda la que está sobre las entrañas.
10Asimismo los dos riñones y la grosura que está sobre ellos, y la que está sobre los ijares; y con los riñones quitará la grosura de sobre el hígado.
11Y el sacerdote hará arder esto sobre el altar; vianda es de ofrenda encendida para Jehová.
12Si fuere cabra su ofrenda, la ofrecerá delante de Jehová.
13Pondrá su mano sobre la cabeza de ella, y la degollará delante del tabernáculo de reunión; y los hijos de Aarón rociarán su sangre sobre el altar alrededor.
14Después ofrecerá de ella su ofrenda encendida a Jehová; la grosura que cubre los intestinos, y toda la grosura que está sobre las entrañas,
15los dos riñones, la grosura que está sobre ellos, y la que está sobre los ijares; y con los riñones quitará la grosura de sobre el hígado.
16Y el sacerdote hará arder esto sobre el altar; vianda es de ofrenda que se quema en olor grato a Jehová; toda la grosura es de Jehová.
17Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna grosura ni ninguna sangre comeréis.

2). Lee y escucha: | Números 26
Números 26 (Texto)

Números 26

Censo del pueblo en Moab

1Aconteció después de la mortandad, que Jehová habló a Moisés y a Eleazar hijo del sacerdote Aarón, diciendo:
2Tomad el censo de toda la congregación de los hijos de Israel, de veinte años arriba, por las casas de sus padres, todos los que pueden salir a la guerra en Israel.
3Y Moisés y el sacerdote Eleazar hablaron con ellos en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó, diciendo:
4Contaréis el pueblo de veinte años arriba, como mandó Jehová a Moisés y a los hijos de Israel que habían salido de tierra de Egipto.
5Rubén, primogénito de Israel; los hijos de Rubén: de Enoc, la familia de los enoquitas; de Falú, la familia de los faluitas;
6de Hezrón, la familia de los hezronitas; de Carmi, la familia de los carmitas.
7Estas son las familias de los rubenitas; y fueron contados de ellas cuarenta y tres mil setecientos treinta.
8Los hijos de Falú: Eliab.
9Y los hijos de Eliab: Nemuel, Datán y Abiram. Estos Datán y Abiram fueron los del consejo de la congregación, que se rebelaron contra Moisés y Aarón con el grupo de Coré, cuando se rebelaron contra Jehová;
10y la tierra abrió su boca y los tragó a ellos y a Coré, cuando aquel grupo murió, cuando consumió el fuego a doscientos cincuenta varones, para servir de escarmiento.
11Mas los hijos de Coré no murieron.
12Los hijos de Simeón por sus familias: de Nemuel, la familia de los nemuelitas; de Jamín, la familia de los jaminitas; de Jaquín, la familia de los jaquinitas;
13de Zera, la familia de los zeraítas; de Saúl, la familia de los saulitas.
14Estas son las familias de los simeonitas, veintidós mil doscientos.
15Los hijos de Gad por sus familias: de Zefón, la familia de los zefonitas; de Hagui, la familia de los haguitas; de Suni, la familia de los sunitas;
16de Ozni, la familia de los oznitas; de Eri, la familia de los eritas;
17de Arod, la familia de los aroditas; de Areli, la familia de los arelitas.
18Estas son las familias de Gad; y fueron contados de ellas cuarenta mil quinientos.
19Los hijos de Judá: Er y Onán; y Er y Onán murieron en la tierra de Canaán.
20Y fueron los hijos de Judá por sus familias: de Sela, la familia de los selaítas; de Fares, la familia de los faresitas; de Zera, la familia de los zeraítas.
21Y fueron los hijos de Fares: de Hezrón, la familia de los hezronitas; de Hamul, la familia de los hamulitas.
22Estas son las familias de Judá, y fueron contados de ellas setenta y seis mil quinientos.
23Los hijos de Isacar por sus familias; de Tola, la familia de los tolaítas; de Fúa, la familia de los funitas;
24de Jasub, la familia de los jasubitas; de Simrón, la familia de los simronitas.
25Estas son las familias de Isacar, y fueron contados de ellas sesenta y cuatro mil trescientos.
26Los hijos de Zabulón por sus familias: de Sered, la familia de los sereditas; de Elón, la familia de los elonitas; de Jahleel, la familia de los jahleelitas.
27Estas son las familias de los zabulonitas, y fueron contados de ellas sesenta mil quinientos.
28Los hijos de José por sus familias: Manasés y Efraín.
29Los hijos de Manasés: de Maquir, la familia de los maquiritas; y Maquir engendró a Galaad; de Galaad, la familia de los galaaditas.
30Estos son los hijos de Galaad: de Jezer, la familia de los jezeritas; de Helec, la familia de los helequitas;
31de Asriel, la familia de los asrielitas; de Siquem, la familia de los siquemitas;
32de Semida, la familia de los semidaítas; de Hefer, la familia de los heferitas.
33Y Zelofehad hijo de Hefer no tuvo hijos sino hijas; y los nombres de las hijas de Zelofehad fueron Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa.
34Estas son las familias de Manasés; y fueron contados de ellas cincuenta y dos mil setecientos.
35Estos son los hijos de Efraín por sus familias: de Sutela, la familia de los sutelaítas; de Bequer, la familia de los bequeritas; de Tahán, la familia de los tahanitas.
36Y estos son los hijos de Sutela: de Erán, la familia de los eranitas.
37Estas son las familias de los hijos de Efraín; y fueron contados de ellas treinta y dos mil quinientos. Estos son los hijos de José por sus familias.
38Los hijos de Benjamín por sus familias: de Bela, la familia de los belaítas; de Asbel, la familia de los asbelitas; de Ahiram, la familia de los ahiramitas;
39de Sufam, la familia de los sufamitas; de Hufam, la familia de los hufamitas.
40Y los hijos de Bela fueron Ard y Naamán: de Ard, la familia de los arditas; de Naamán, la familia de los naamitas.
41Estos son los hijos de Benjamín por sus familias; y fueron contados de ellos cuarenta y cinco mil seiscientos.
42Estos son los hijos de Dan por sus familias: de Súham, la familia de los suhamitas. Estas son las familias de Dan por sus familias.
43De las familias de los suhamitas fueron contados sesenta y cuatro mil cuatrocientos.
44Los hijos de Aser por sus familias: de Imna, la familia de los imnitas; de Isúi, la familia de los isuitas; de Bería, la familia de los beriaítas.
45Los hijos de Bería: de Heber, la familia de los heberitas; de Malquiel, la familia de los malquielitas.
46Y el nombre de la hija de Aser fue Sera.
47Estas son las familias de los hijos de Aser; y fueron contados de ellas cincuenta y tres mil cuatrocientos.
48Los hijos de Neftalí, por sus familias: de Jahzeel, la familia de los jahzeelitas; de Guni, la familia de los gunitas;
49de Jezer, la familia de los jezeritas; de Silem, la familia de los silemitas.
50Estas son las familias de Neftalí por sus familias; y fueron contados de ellas cuarenta y cinco mil cuatrocientos.
51Estos son los contados de los hijos de Israel, seiscientos un mil setecientos treinta.

Orden para la repartición de la tierra

52Y habló Jehová a Moisés, diciendo:
53A éstos se repartirá la tierra en heredad, por la cuenta de los nombres.
54A los más darás mayor heredad, y a los menos menor; y a cada uno se le dará su heredad conforme a sus contados.
55Pero la tierra será repartida por suerte; y por los nombres de las tribus de sus padres heredarán.
56Conforme a la suerte será repartida su heredad entre el grande y el pequeño.

Censo de la tribu de Leví

57Los contados de los levitas por sus familias son estos: de Gersón, la familia de los gersonitas; de Coat, la familia de los coatitas; de Merari, la familia de los meraritas.
58Estas son las familias de los levitas: la familia de los libnitas, la familia de los hebronitas, la familia de los mahlitas, la familia de los musitas, la familia de los coreítas. Y Coat engendró a Amram.
59La mujer de Amram se llamó Jocabed, hija de Leví, que le nació a Leví en Egipto; ésta dio a luz de Amram a Aarón y a Moisés, y a María su hermana.
60Y a Aarón le nacieron Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.
61Pero Nadab y Abiú murieron cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehová.
62De los levitas fueron contados veintitrés mil, todos varones de un mes arriba; porque no fueron contados entre los hijos de Israel, por cuanto no les había de ser dada heredad entre los hijos de Israel.

Caleb y Josué sobreviven

63Estos son los contados por Moisés y el sacerdote Eleazar, los cuales contaron los hijos de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó.
64Y entre éstos ninguno hubo de los contados por Moisés y el sacerdote Aarón, quienes contaron a los hijos de Israel en el desierto de Sinaí.
65Porque Jehová había dicho de ellos: Morirán en el desierto; y no quedó varón de ellos, sino Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun.

2). Lee y escucha: | Salmos 141
Salmos 141 (Texto)

Salmos 141

Oración a fin de ser guardado del mal

1Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí;
Escucha mi voz cuando te invocare.
2Suba mi oración delante de ti como el incienso,
El don de mis manos como la ofrenda de la tarde.
3Pon guarda a mi boca, oh Jehová;
Guarda la puerta de mis labios.
4No dejes que se incline mi corazón a cosa mala,
A hacer obras impías Con los que hacen iniquidad;
Y no coma yo de sus deleites.
5Que el justo me castigue, será un favor,
Y que me reprenda será un excelente bálsamo
Que no me herirá la cabeza;
Pero mi oración será continuamente contra las maldades de aquéllos.
6Serán despeñados sus jueces,
Y oirán mis palabras, que son verdaderas.
7Como quien hiende y rompe la tierra,
Son esparcidos nuestros huesos a la boca del Seol.
8Por tanto, a ti, oh Jehová, Señor, miran mis ojos;
En ti he confiado; no desampares mi alma.
9Guárdame de los lazos que me han tendido,
Y de las trampas de los que hacen iniquidad.
10Caigan los impíos a una en sus redes,
Mientras yo pasaré adelante.

3). Lee y escucha: | Salmos 16
| Salmos 16 (Texto)

Salmos 16

Una herencia escogida

1Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
2Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor;
No hay para mí bien fuera de ti.
3Para los santos que están en la tierra,
Y para los íntegros, es toda mi complacencia.
4Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios.
No ofreceré yo sus libaciones de sangre,
Ni en mis labios tomaré sus nombres.
5Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
Tú sustentas mi suerte.
6Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
Y es hermosa la heredad que me ha tocado.
7Bendeciré a Jehová que me aconseja;
Aun en las noches me enseña mi conciencia.
8A Jehová he puesto siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
9Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma;
Mi carne también reposará confiadamente;
10Porque no dejarás mi alma en el Seol,
Ni permitirás que tu santo vea corrupción.
11Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre.

2). Lee y escucha: | Marcos 6
Marcos 6 (Texto)

Marcos 6

Jesús en Nazaret

1Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
2Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
3¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.

Misión de los doce discípulos

7Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
9sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
12Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.

Muerte de Juan el Bautista

14Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
16Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.
17Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer.
18Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
21Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
22entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
28El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.

Alimentación de los cinco mil

30Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
32Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
36Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.
37Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42Y comieron todos, y se saciaron.
43Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
44Y los que comieron eran cinco mil hombres.

Jesús anda sobre el mar

45En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
46Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
51Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.

Jesús sana a los enfermos en Genesaret

53Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
54Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.
55Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
56Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

3) Ver el siguiente video: La Degeneración del Liderazgo en el Libro de Jeremías
Explorando los Libros de los Profetas del Antiguo Testamento

La Poesía y las Imágenes de los Profetas

Los libros de los profetas del Antiguo Testamento son obras ricas en poesía densa y potentes imágenes. Desde sus vibrantes descripciones hasta su mensaje profundo, estos textos ofrecen un vistazo a la complejidad de la fe y la cultura en tiempos antiguos del pueblo de Israel. Si has intentado leerlos, es probable que hayas sentido una mezcla de asombro y confusión por la intensidad de sus metáforas y simbolismos.

La Contribución a la Historia de la Biblia

Los profetas no solo eran portadores de mensajes Divinos, sino que también desempeñaron roles cruciales en la historia de la Biblia. Estos relatos no solo hablan de eventos históricos, sino que también brindan una continuidad narrativa esencial para entender la relación entre Dios y su pueblo. Aprender a leer estos textos con atención puede abrir nuevas perspectivas sobre la historia bíblica y el contexto cultural en el que fueron escritos.

Por Qué Es Importante Leerlos con Atención

La riqueza literaria y espiritual de los libros de los profetas merece una atención especial. Al dedicar tiempo para desentrañar sus significados, no solo profundizamos en nuestro conocimiento de la Escritura sagrada, sino que también podemos aplicar sus lecciones a nuestra vida actual. Estos libros nos hablan de justicia, fe y el poder del amor Divino, invitándonos a reflexionar sobre nuestras propias acciones y creencias.

4). Lee y escucha: | Jeremías 38
Jeremías 38 (Texto)

Jeremías 38

Jeremías en la cisterna

1Oyeron Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo:
2Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá.
3Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.
4Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal.
5Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros.
6Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.
7Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín,
8Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo:
9Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad.
10Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera.
11Y tomó Ebed-melec en su poder a los hombres, y entró a la casa del rey debajo de la tesorería, y tomó de allí trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, y los echó a Jeremías con sogas en la cisterna.
12Y dijo el etíope Ebed-melec a Jeremías: Pon ahora esos trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, bajo los sobacos, debajo de las sogas. Y lo hizo así Jeremías.
13De este modo sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna; y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.

Sedequías consulta secretamente a Jeremías

14Después envió el rey Sedequías, e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa de Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me encubras ninguna cosa.
15Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? y si te diere consejo, no me escucharás.
16Y juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que buscan tu vida.
17Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa.
18Pero si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos.
19Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan.
20Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás.
21Pero si no quieres entregarte, esta es la palabra que me ha mostrado Jehová:
22He aquí que todas las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán sacadas a los príncipes del rey de Babilonia; y ellas mismas dirán: Te han engañado, y han prevalecido contra ti tus amigos; hundieron en el cieno tus pies, se volvieron atrás.
23Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego.
24Y dijo Sedequías a Jeremías: Nadie sepa estas palabras, y no morirás.
25Y si los príncipes oyeren que yo he hablado contigo, y vinieren a ti y te dijeren: Decláranos ahora qué hablaste con el rey, no nos lo encubras, y no te mataremos; asimismo qué te dijo el rey;
26les dirás: Supliqué al rey que no me hiciese volver a casa de Jonatán para que no me muriese allí.
27Y vinieron luego todos los príncipes a Jeremías, y le preguntaron; y él les respondió conforme a todo lo que el rey le había mandado. Con esto se alejaron de él, porque el asunto no se había oído.
28Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel hasta el día que fue tomada Jerusalén; y allí estaba cuando Jerusalén fue tomada.

Reflexiones sobre la relación entre Jeremías 37 y 38

Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá.” (Jeremías 38: 2).

 

Un vistazo a los capítulos 37 y 38 de Jeremías

La narración entre Jeremías 37 y 38 plantea un dilema intrigante. Algunos teólogos creen que se trata de episodios distintos de la vida de Jeremías, mientras que otros sugieren que el capítulo 38 amplía lo que se presentó en el anterior. Independientemente de cuál sea la interpretación correcta, es imperativo reflexionar sobre el diálogo final entre el profeta y el rey Sedequías en el contexto de la inminente destrucción de Jerusalén.

Las advertencias de Jeremías en tiempos de crisis

Durante décadas, Jeremías ha predicado sobre la devastación que se avecinaba y, al principio, su mensaje fue en gran parte ignorado. Sin embargo, con las tropas de Nabucodonosor a las puertas de la ciudad, la credibilidad de Jeremías se sostiene al punto más alto. En sus palabras, él advierte que los que permanezcan en Jerusalén enfrentarán la muerte por violencia, hambre o enfermedad, mientras que aquellos que se rindan tendrán posibilidades de sobrevivir (Jeremías 38:2). Aun así, los oficiales de la ciudad desestiman su mensaje, viéndolo como un acto de traición.

El dilema del liderazgo frente a la adversidad

El castigo que enfrenta Jeremías es grave; es encerrado en una cisterna inútil, donde perecería de hambre y sed. No obstante, el rey Sedequías, atrapado entre la presión de sus consejeros y la necesidad de escuchar al profeta, busca su consejo. A pesar de que el mensaje de Jeremías no es políticamente correcto, él aconseja al rey que se rinda a los babilonios para evitar el desastre (Jeremías 38:20-21). Esta situación revela que el liderazgo puede caer en peligrosos abismos, a menudo atrapado entre la indecisión y la corrupción, lo que se convierte en un reflejo de las luchas que enfrenta la gente de Dios en tiempos difíciles.

 

Amigo/as, ¡Feliz y bendecida lectura de la Palabra y, además, feliz noche!

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