
Reflexión # 075. Miércoles 16 de abril 2025
Pasos para realizar hoy:
Éxodo 2 (Texto)
Elemento 1
Job 19
Job confía en que Dios lo justificará
1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.
Elemento 2
Job 19
Job confía en que Dios lo justificará
1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.
Elemento 3
Job 19
Job confía en que Dios lo justificará
1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.
1) Lee y escucha: | Éxodo 25
1). Lee y escucha: | Éxodo 25
Éxodo 25 (Texto)
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Éxodo 25
La ofrenda para el tabernáculo
1Jehová habló a Moisés, diciendo:
2Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda.
3Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, cobre,
4azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras,
5pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia,
6aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático,
7piedras de ónice, y piedras de engaste para el efod y para el pectoral.
8Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.
9Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis.
El arca del testimonio
10Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio.
11Y la cubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor.
12Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en sus cuatro esquinas; dos anillos a un lado de ella, y dos anillos al otro lado.
13Harás unas varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro.
14Y meterás las varas por los anillos a los lados del arca, para llevar el arca con ellas.
15Las varas quedarán en los anillos del arca; no se quitarán de ella.
16Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré.
17Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio.
18Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio.
19Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos.
20Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines.
21Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré.
22Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.
La mesa para el pan de la proposición
23Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, y de un codo su anchura, y su altura de codo y medio.
24Y la cubrirás de oro puro, y le harás una cornisa de oro alrededor.
25Le harás también una moldura alrededor, de un palmo menor de anchura, y harás a la moldura una cornisa de oro alrededor.
26Y le harás cuatro anillos de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas.
27Los anillos estarán debajo de la moldura, para lugares de las varas para llevar la mesa.
28Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y con ellas será llevada la mesa.
29Harás también sus platos, sus cucharas, sus cubiertas y sus tazones, con que se libará; de oro fino los harás.
30Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente.
El candelero de oro
31Harás además un candelero de oro puro; labrado a martillo se hará el candelero; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores, serán de lo mismo.
32Y saldrán seis brazos de sus lados; tres brazos del candelero a un lado, y tres brazos al otro lado.
33Tres copas en forma de flor de almendro en un brazo, una manzana y una flor; y tres copas en forma de flor de almendro en otro brazo, una manzana y una flor; así en los seis brazos que salen del candelero;
34y en la caña central del candelero cuatro copas en forma de flor de almendro, sus manzanas y sus flores.
35Habrá una manzana debajo de dos brazos del mismo, otra manzana debajo de otros dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de los otros dos brazos del mismo, así para los seis brazos que salen del candelero.
36Sus manzanas y sus brazos serán de una pieza, todo ello una pieza labrada a martillo, de oro puro.
37Y le harás siete lamparillas, las cuales encenderás para que alumbren hacia adelante.
38También sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro.
39De un talento de oro fino lo harás, con todos estos utensilios.
40Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte.
2) Lee y escucha: | Éxodo 24
explicacion oculta
Mateo 13
Parábola del sembrador
1Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
2Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.
3Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
5Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;
6pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
8Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
9El que tiene oídos para oír, oiga.
Propósito de las parábolas
10Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
12Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
14De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
15Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan, Y yo los sane.
16Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Jesús explica la parábola del sembrador
18Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
19Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
21pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
22El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
23Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Parábola del trigo y la cizaña
24Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
Parábola de la semilla de mostaza
31Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
32el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Parábola de la levadura
33Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
El uso que Jesús hace de las parábolas
34Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
35para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Abriré en parábolas mi boca;
Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.
Jesús explica la parábola de la cizaña
36Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
39El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
40De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
41Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
El tesoro escondido
44Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
La perla de gran precio
45También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
46que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
La red
47Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces;
48y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.
49Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos,
50y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Tesoros nuevos y viejos
51Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.
52El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
Jesús en Nazaret
53Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí.
54Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?
55¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?
56¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
57Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
58Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.
2). Lee y escucha: | Éxodo 24
Éxodo 24 (Texto)
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Éxodo 24
Moisés y los ancianos en el Monte Sinaí
1Dijo Jehová a Moisés: Sube ante Jehová, tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos.
2Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él.
3Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho.
4Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel.
5Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová.
6Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar.
7Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.
8Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.
9Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel;
10y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno.
11Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron.
12Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles.
13Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios.
14Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos.
15Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte.
16Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube.
17Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel.
18Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
3). Lee y escucha: | Juan 6
Juan 6 (Texto)
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Juan 6
Alimentación de los cinco mil
1Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.
2Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
3Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.
4Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.
5Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?
6Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.
7Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.
8Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
9Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?
10Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.
11Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.
12Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.
13Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.
14Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
15Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.
Jesús anda sobre el mar
16Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar,
17y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.
18Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba.
19Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.
20Mas él les dijo: Yo soy; no temáis.
21Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban.
La gente busca a Jesús
22El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos.
23Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.
24Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús.
Jesús, el pan de vida
25Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
26Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
27Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.
28Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
29Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
30Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?
31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.
32Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
33Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.
34Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
35Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
36Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.
37Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
38Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
40Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
41Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.
42Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?
43Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
44Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
45Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.
46No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.
47De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
48Yo soy el pan de vida.
49Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
50Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.
51Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
53Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
56El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
58Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.
59Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
Palabras de vida eterna
60Al oirlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
61Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?
62¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
63El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
64Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.
65Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
66Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
67Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?
68Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
69Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
70Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?
71Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.
3). Lee y escucha: | Lucas 18
Lucas 18 (Texto)
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Lucas 18
Parábola de la viuda y el juez injusto
1También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
2diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
3Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
4Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
5sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
6Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
7¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
8Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Parábola del fariseo y el publicano
9A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Jesús bendice a los niños
15Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
16Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
17De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El joven rico
18Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
24Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
25Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
28Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,
30que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
31Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
32Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
33Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
34Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Un ciego de Jericó recibe la vista
35Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
37Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
38Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
42Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
43Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
2). Lee y escucha: | Marcos 6
Marcos 6 (Texto)
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Marcos 6
Jesús en Nazaret
1Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
2Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
3¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Misión de los doce discípulos
7Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
9sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
12Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
Muerte de Juan el Bautista
14Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
16Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.
17Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer.
18Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
21Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
22entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
28El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Alimentación de los cinco mil
30Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
32Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
36Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.
37Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42Y comieron todos, y se saciaron.
43Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
44Y los que comieron eran cinco mil hombres.
Jesús anda sobre el mar
45En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
46Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
51Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
Jesús sana a los enfermos en Genesaret
53Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
54Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.
55Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
56Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
2). Lee y escucha: | Marcos 6
Marcos 6 (Texto)
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Marcos 6
Jesús en Nazaret
1Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
2Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
3¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Misión de los doce discípulos
7Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
9sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
12Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
Muerte de Juan el Bautista
14Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
16Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.
17Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer.
18Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
21Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
22entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
28El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Alimentación de los cinco mil
30Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
32Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
36Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.
37Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42Y comieron todos, y se saciaron.
43Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
44Y los que comieron eran cinco mil hombres.
Jesús anda sobre el mar
45En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
46Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
51Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
Jesús sana a los enfermos en Genesaret
53Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
54Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.
55Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
56Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
3) Ver el siguiente video: Repaso del libro de Job
4). Lee y escucha: Job 42
Job 42 (Texto)
Dale clic aquí para leer Job 42
Job 42
Confesión y justificación de Job
1Respondió Job a Jehová, y dijo:
2Yo conozco que todo lo puedes,
Y que no hay pensamiento que se esconda de ti.
3¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?
Por tanto, yo hablaba lo que no entendía;
Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.
4Oye, te ruego, y hablaré;
Te preguntaré, y tú me enseñarás.
5De oídas te había oído;
Mas ahora mis ojos te ven.
6Por tanto me aborrezco,
Y me arrepiento en polvo y ceniza.
7Y aconteció que después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job.
8Ahora, pues, tomaos siete becerros y siete carneros, e id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él atenderé para no trataros afrentosamente, por cuanto no habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job.
9Fueron, pues, Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamatita, e hicieron como Jehová les dijo; y Jehová aceptó la oración de Job.
Restauración de la prosperidad de Job
10Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.
11Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro.
12Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas,
13y tuvo siete hijos y tres hijas.
14Llamó el nombre de la primera, Jemima, el de la segunda, Cesia, y el de la tercera, Keren-hapuc.
15Y no había mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos.
16Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación.
17Y murió Job viejo y lleno de días.
Reflexión sobre Job 42:10
“Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”
La restauración de Job nos invita a una profunda reflexión sobre el propósito del sufrimiento y la importancia de la intercesión.
Hoy por hoy, muchas personas enfrentan pruebas y dificultades que pueden parecer insuperables. Sin embargo, este versículo nos recuerda que, en medio del sufrimiento, hay un propósito Divino que a menudo no comprendemos. La oración y la intercesión por otros no solo son actos de amor y compasión, sino que también pueden ser una vía para la sanación personal.
Por otra parte, el hecho de que Job recibiera el doble de lo que había perdido sugiere que las bendiciones de Dios pueden superar nuestras pérdidas. Esto puede ofrecer esperanza a quienes atraviesan momentos difíciles, recordándoles que, aunque la vida puede estar llena de sufrimientos, también está llena de oportunidades para la restauración y la abundancia.
Amigo/as, ¡Feliz y bendecida lectura de la Palabra y, además, feliz noche!
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