
Reflexión # 081. Martes 22 de abril 2025
Pasos para realizar hoy:
Éxodo 2 (Texto)
Elemento 1
Job 19
Job confía en que Dios lo justificará
1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.
Elemento 2
Job 19
Job confía en que Dios lo justificará
1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.
Elemento 3
Job 19
Job confía en que Dios lo justificará
1Respondió entonces Job, y dijo:
2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma,
Y me moleréis con palabras?
3Ya me habéis vituperado diez veces;
¿No os avergonzáis de injuriarme?
4Aun siendo verdad que yo haya errado,
Sobre mí recaería mi error.
5Pero si vosotros os engrandecéis contra mí,
Y contra mí alegáis mi oprobio,
6Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
7He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;
Daré voces, y no habrá juicio.
8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré;
Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9Me ha despojado de mi gloria,
Y quitado la corona de mi cabeza.
10Me arruinó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11Hizo arder contra mí su furor,
Y me contó para sí entre sus enemigos.
12Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí,
Y acamparon en derredor de mi tienda.
13Hizo alejar de mí a mis hermanos,
Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14Mis parientes se detuvieron,
Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño;
Forastero fui yo a sus ojos.
16Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
17Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer,
Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18Aun los muchachos me menospreciaron;
Al levantarme, hablaban contra mí.
19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron,
Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha tocado.
22¿Por qué me perseguís como Dios,
Y ni aun de mi carne os saciáis?
23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
26Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
27Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28Mas debierais decir:
¿Por qué le perseguimos?
Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29Temed vosotros delante de la espada;
Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias,
Para que sepáis que hay un juicio.
1) Lee y escucha: | Éxodo 31
1). Lee y escucha: | Éxodo 31
Éxodo 31 (Texto)
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Éxodo 31
Llamamiento de Bezaleel y de Aholiab
1Habló Jehová a Moisés, diciendo:
2Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
3y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte,
4para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,
5y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor.
6Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado;
7el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, el propiciatorio que está sobre ella, y todos los utensilios del tabernáculo,
8la mesa y sus utensilios, el candelero limpio y todos sus utensilios, el altar del incienso,
9el altar del holocausto y todos sus utensilios, la fuente y su base,
10los vestidos del servicio, las vestiduras santas para Aarón el sacerdote, las vestiduras de sus hijos para que ejerzan el sacerdocio,
11el aceite de la unción, y el incienso aromático para el santuario; harán conforme a todo lo que te he mandado.
El día de reposo como señal
12Habló además Jehová a Moisés, diciendo:
13Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico.
14Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo.
15Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá.
16Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo.
17Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.
El becerro de oro
18Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.
2) Ver el siguiente video Repaso del libro de Juan (parte 1)
explicacion oculta
Mateo 13
Parábola del sembrador
1Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
2Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.
3Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
5Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;
6pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
8Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
9El que tiene oídos para oír, oiga.
Propósito de las parábolas
10Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
12Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
14De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
15Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan, Y yo los sane.
16Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Jesús explica la parábola del sembrador
18Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
19Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
21pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
22El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
23Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Parábola del trigo y la cizaña
24Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
Parábola de la semilla de mostaza
31Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
32el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Parábola de la levadura
33Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
El uso que Jesús hace de las parábolas
34Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
35para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Abriré en parábolas mi boca;
Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.
Jesús explica la parábola de la cizaña
36Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
39El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
40De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
41Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
El tesoro escondido
44Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
La perla de gran precio
45También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
46que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
La red
47Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces;
48y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.
49Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos,
50y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Tesoros nuevos y viejos
51Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.
52El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
Jesús en Nazaret
53Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí.
54Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?
55¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?
56¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
57Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
58Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.
2). Lee y escucha: | Éxodo 30
Éxodo 30 (Texto)
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Éxodo 30
El altar del incienso
1Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás.
2Su longitud será de un codo, y su anchura de un codo; será cuadrado, y su altura de dos codos; y sus cuernos serán parte del mismo.
3Y lo cubrirás de oro puro, su cubierta, sus paredes en derredor y sus cuernos; y le harás en derredor una cornisa de oro.
4Le harás también dos anillos de oro debajo de su cornisa, a sus dos esquinas a ambos lados suyos, para meter las varas con que será llevado.
5Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro.
6Y lo pondrás delante del velo que está junto al arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me encontraré contigo.
7Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará.
8Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones.
9No ofreceréis sobre él incienso extraño, ni holocausto, ni ofrenda; ni tampoco derramaréis sobre él libación.
10Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año hará expiación sobre él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová.
El dinero del rescate
11Habló también Jehová a Moisés, diciendo:
12Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado.
13Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová.
14Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová.
15Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas.
16Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas.
La fuente de bronce
17Habló más Jehová a Moisés, diciendo:
18Harás también una fuente de bronce, con su base de bronce, para lavar; y la colocarás entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua.
19Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies.
20Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Jehová,
21se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia por sus generaciones.
El aceite de la unción, y el incienso
22Habló más Jehová a Moisés, diciendo:
23Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta,
24de casia quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas un hin.
25Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa.
26Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio,
27la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso,
28el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base.
29Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado.
30Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes.
31Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Este será mi aceite de la santa unción por vuestras generaciones.
32Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros.
33Cualquiera que compusiere ungüento semejante, y que pusiere de él sobre extraño, será cortado de entre su pueblo.
34Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso,
35y harás de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo.
36Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima.
37Como este incienso que harás, no os haréis otro según su composición; te será cosa sagrada para Jehová.
38Cualquiera que hiciere otro como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo.
3). Lee y escucha: | Juan 12
Juan 12 (Texto)
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Juan 12
Jesús es ungido en Betania
1Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos.
2Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
3Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
4Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:
5¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?
6Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
7Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.
8Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
El complot contra Lázaro
9Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos.
10Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro,
11porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
La entrada triunfal en Jerusalén
12El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,
13tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna!¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!
14Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito:
15No temas, hija de Sion;
He aquí tu Rey viene,
Montado sobre un pollino de asna.
16Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho.
17Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos.
18Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal.
19Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.
Unos griegos buscan a Jesús
20Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
21Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
22Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
23Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
24De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
25El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
26Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.
Jesús anuncia su muerte
27Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.
28Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.
29Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado.
30Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.
31Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.
32Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.
33Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir.
34Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
35Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.
36Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.
Incredulidad de los judíos
37Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él;
38para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:
Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
39Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
40Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón;
Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan y yo los sane.
41Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.
42Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.
43Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Las palabras de Jesús juzgarán a los hombres
44Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió;
45y el que me ve, ve al que me envió.
46Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
47Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.
48El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.
49Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.
50Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.
3). Lee y escucha: | Lucas 18
Lucas 18 (Texto)
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Lucas 18
Parábola de la viuda y el juez injusto
1También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
2diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
3Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
4Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
5sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
6Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
7¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
8Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Parábola del fariseo y el publicano
9A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Jesús bendice a los niños
15Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
16Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
17De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El joven rico
18Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
24Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
25Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
28Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,
30que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
31Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
32Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
33Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
34Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Un ciego de Jericó recibe la vista
35Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
37Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
38Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
42Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
43Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
2). Lee y escucha: | Marcos 6
Marcos 6 (Texto)
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Marcos 6
Jesús en Nazaret
1Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
2Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
3¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Misión de los doce discípulos
7Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
9sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
12Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
Muerte de Juan el Bautista
14Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
16Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.
17Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer.
18Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
21Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
22entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
28El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Alimentación de los cinco mil
30Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
32Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
36Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.
37Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42Y comieron todos, y se saciaron.
43Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
44Y los que comieron eran cinco mil hombres.
Jesús anda sobre el mar
45En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
46Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
51Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
Jesús sana a los enfermos en Genesaret
53Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
54Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.
55Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
56Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
2). Lee y escucha: | Marcos 6
Marcos 6 (Texto)
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Marcos 6
Jesús en Nazaret
1Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
2Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
3¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Misión de los doce discípulos
7Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
9sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
12Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
Muerte de Juan el Bautista
14Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
16Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.
17Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer.
18Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
21Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
22entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
28El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Alimentación de los cinco mil
30Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
32Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
36Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.
37Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42Y comieron todos, y se saciaron.
43Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
44Y los que comieron eran cinco mil hombres.
Jesús anda sobre el mar
45En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
46Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
51Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
Jesús sana a los enfermos en Genesaret
53Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
54Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.
55Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
56Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
3) Ver el siguiente video: Libro de Proverbios • ¿Cómo vivir una vida buena?
4). Lee y escucha: Proverbios 6
Proverbios 6 (Texto)
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Proverbios 6
Amonestación contra la pereza y la falsedad
1Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo,
Si has empeñado tu palabra a un extraño,
2Te has enlazado con las palabras de tu boca,
Y has quedado preso en los dichos de tus labios.
3Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate,
Ya que has caído en la mano de tu prójimo;
Ve, humíllate, y asegúrate de tu amigo.
4No des sueño a tus ojos,
Ni a tus párpados adormecimiento;
5Escápate como gacela de la mano del cazador,
Y como ave de la mano del que arma lazos.
6Ve a la hormiga, oh perezoso,
Mira sus caminos, y sé sabio;
7La cual no teniendo capitán,
Ni gobernador, ni señor,
8Prepara en el verano su comida,
Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.
9Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?
¿Cuándo te levantarás de tu sueño?
10Un poco de sueño, un poco de dormitar,
Y cruzar por un poco las manos para reposo;
11Así vendrá tu necesidad como caminante,
Y tu pobreza como hombre armado.
12El hombre malo, el hombre depravado,
Es el que anda en perversidad de boca;
13Que guiña los ojos, que habla con los pies,
Que hace señas con los dedos.
14Perversidades hay en su corazón; anda pensando el mal en todo tiempo;
Siembra las discordias.
15Por tanto, su calamidad vendrá de repente;
Súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio.
16Seis cosas aborrece Jehová,
Y aun siete abomina su alma:
17Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
Las manos derramadoras de sangre inocente,
18El corazón que maquina pensamientos inicuos,
Los pies presurosos para correr al mal,
19El testigo falso que habla mentiras,
Y el que siembra discordia entre hermanos.
Amonestación contra el adulterio
20Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre,
Y no dejes la enseñanza de tu madre;
21Atalos siempre en tu corazón,
Enlázalos a tu cuello.
22Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán;
Hablarán contigo cuando despiertes.
23Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz,
Y camino de vida las reprensiones que te instruyen,
24Para que te guarden de la mala mujer,
De la blandura de la lengua de la mujer extraña.
25No codicies su hermosura en tu corazón,
Ni ella te prenda con sus ojos;
26Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan;
Y la mujer caza la preciosa alma del varón.
27¿Tomará el hombre fuego en su seno
Sin que sus vestidos ardan?
28¿Andará el hombre sobre brasas
Sin que sus pies se quemen?
29Así es el que se llega a la mujer de su prójimo;
No quedará impune ninguno que la tocare.
30No tienen en poco al ladrón si hurta
Para saciar su apetito cuando tiene hambre;
31Pero si es sorprendido, pagará siete veces;
Entregará todo el haber de su casa.
32Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento;
Corrompe su alma el que tal hace.
33Heridas y vergüenza hallará,
Y su afrenta nunca será borrada.
34Porque los celos son el furor del hombre,
Y no perdonará en el día de la venganza.
35No aceptará ningún rescate,
Ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones.
Reflexión sobre Juan 12:3: “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume”
El acto de María en Juan 12:3 invita a los creyentes a reflexionar sobre la profundidad de su adoración y devoción. En un mundo donde a menudo se valoran las cosas materiales y el estatus, María nos enseña que la verdadera adoración a Dios implica sacrificio y entrega.
La fragancia del ungüento que llenó la casa puede ser vista como un recordatorio de cómo nuestras acciones de amor hacia Dios pueden impactar el ambiente a nuestro alrededor. Cuando adoramos de manera auténtica, esa adoración no solo afecta nuestra vida espiritual, sino que también influye en quienes nos rodean.
Juan 12:3 no es solo un relato sobre un evento histórico, sino una invitación a vivir una vida de adoración genuina. Nos desafía a considerar qué estamos dispuestos a sacrificar en nuestra propia vida para honrar a Jesús y cómo nuestras acciones pueden reflejar la fragancia de su amor en el mundo.
Amigo/as, ¡Feliz y bendecida lectura de la Palabra y, además, feliz noche!
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